La espiritualidad de la Cruz, la presencia y mensaje liberador de Nuestra Señora de Guadalupe sustentan e impulsan la identidad más profunda de la Misionera Guadalupana del Espíritu Santo.
Conscientes de la Presencia de Dios permanente en nosotras y en la historia de cada pueblo, practicamos lo que Nuestro Padre Félix llamó la atención amorosa, centrando nuestra vida en el silencio, la Eucaristía, la escucha y la búsqueda de la comunión en una constante unión con la comunidad de las Tres Divinas Personas, Quien se manifiesta en su creación.
La “Madre del verdaderísimo Dios, Aquél por quien se vive, del Creador de las personas, del Dueño del estar junto a todo y abarcarlo todo,” sigue siendo, como lo fue para nuestras fundadoras, nuestro paradigma de mediación en la promoción de la dignidad de todo ser humano. La Madre del Señor nos inspira sin cesar a vivir los sentimientos de Cristo Sacerdote desde nuestra identidad femenina.